Voluntariado en la prisión

Publicado el 25/09/2020
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Voluntariado en la prisión

Este jueves se celebraba la Virgen de la Merced, patrona de las instituciones penitenciarias. Una celebración diferente a la de cualquier otro año, puesto que se suspendían todos los actos programados habitualmente, por causa del coronavirus. Aún así, desde la Conferencia Episcopal Española se ha querido recordar que “la Iglesia sigue estando en prisión y cerca de las familias”. A pesar de que se ha reducido la entrada, los capellanes continúan con su presencia diaria y algunos voluntarios siguen acudiendo puntualmente para ayudar, principalmente en el apoyo escolar a los internos que están cursando módulos, ESO y Bachillerato o grados universitarios en la UNED. Además, continúan llevándoles ropa, peculio a los presos más necesitados, y acogiendo a aquellos que salen en permiso o libertad, siempre con el mismo mensaje: “Evangelio, esperanza, futuro y reconciliación”.  A las familias de los presos también se les acompaña informándoles sobre sus familiares internos y atendiéndoles en sus necesidades materiales. Esta labor y entrega se ha visto reconocida este año en nuestra diócesis por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, quien precisamente ha otorgado la Medalla de Bronce del mérito social Penitenciario al sacerdote José Antonio García Quintana SJ, Delegado episcopal de Pastoral Penitenciaria en nuestra diócesis.

Lo han hecho en reconocimiento a su “destacada labor asistencial y compromiso personal con los fines de la institución penitenciaria, excelente disposición y eficaz gestión de coordinación de los voluntarios del Centro Penitenciario de Asturias”, tal y como le comunicó el propio secretario general de instituciones penitenciarias, Ángel Luis Ortiz, por carta, al sacerdote.

La labor de la Pastoral Penitenciaria de Villabona en estos últimos tiempos, desde que comenzó la pandemia, es muy diferente a la habitual. Otros años, la semana de la Merced solía contar con diversas actividades como la celebración de la eucaristía con la asistencia de las autoridades, o la peregrinación a Covadonga que organizaba la hermandad de Jesús Cautivo. Todo ha tenido que suspenderse por motivos de seguridad.

“Ahora mismo, sólo están presentes cinco o seis voluntarios que están ayudando en temas de estudios a internos que están matriculados en ciclos formativos, Bachillerato o la UNED, y están en prisión el tiempo imprescindible, ya que hay que ser precavidos, gracias a Dios aún no ha habido ningún contagio entre los internos”, explica el propio Delegado de Pastoral Penitenciaria, José Antonio García Quintana. Es una rebaja importante del número de voluntarios que acude habitualmente, que son en total 37, de los cuales, 18 son universitarios que, desde el curso pasado, están involucrándose poco a poco en la Pastoral Penitenciaria.

Un ejemplo estos jóvenes son Cecilia Miralles y Loreto Lamuño, de 21 y 20 años respectivamente. Ambas son de Oviedo y estudian en el mismo curso de la Facultad de Medicina. Loreto conoció la labor de voluntariado en la cárcel en la Prisión de Martutene (San Sebastián) el verano pasado. “La experiencia me cambió completamente la mirada y quise compartirlo con el grupo de jóvenes que tenemos en Oviedo, y les animé para que ellos también pudiesen vivirlo”, explica, refiriéndose al grupo de jóvenes de Centro Loyola, donde comparten su fe. “Para mí –afirma– entrar en la prisión fue una lección de humildad, porque pensaba que la gente que estaba dentro tendría muchas cosas que aprender de mí, pero me di cuenta de que eran personas como yo, y que puede que tengan cosas que aprender, pero yo, también. Ellos tienen su historia y eso, al final, te acaba cambiando”.

Los voluntarios comienzan a acudir a la cárcel tras una formación previa, que incluye charlas de funcionarios, psicólogos que trabajan en prisión, o del director de Cáritas Asturias, con el objetivo de que “los voluntarios conozcan el trabajo y la presencia de la Iglesia en un ámbito civil y de personas privadas de libertad, siendo siempre conscientes de que no acuden como voluntarios a título personal, sino que son la imagen de la Iglesia, y que este ambiente de prisión no es fácil”, señala el Delegado, que añade que la labor de los jóvenes se centra en “ser puente de lo que es la vida fuera y la vida dentro. Además del apoyo escolar u otro tipo de talleres, los jóvenes aportan frescura y su relación va más allá de lo académico, sino que trasciende. Con su generosidad, dan testimonio de su fe –explica el sacerdote–, y eso siempre les ayuda a los internos a cuestionarse muchas cosas, por ejemplo sobre el estilo de vida que han estado llevando, porque ven que hay otras formas de vivir y de pensar”.

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