Una vida de entrega en tierra de misión

Publicado el 27/12/2018
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Una vida de entrega en tierra de misión

Carmen Ramírez, agustina misionera en Avilés, relata la  historia de fe de las dos mártires de Argel

El pasado día de la Inmaculada eran beatificadas en Orán (Argelia) dos hermanas agustinas misioneras, Esther Paniagua, natural de León, y Caridad Álvarez, de Burgos, asesinadas en Argel en 1994. Esta congregación tiene presencia en la diócesis en el colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo de Avilés y una de sus hermanas, Carmen Ramírez, nos ha relatado la historia de fe de sus compañeras y lo que ha significado su beatificación: “Es lo más grande que nos ha podido pasar, rebosa nuestro corazón y estamos orgullosas porque su vida fue una vida de entrega hasta derramar la sangre. Con eso nos debemos que alimentar, sabiendo que tenemos dos beatas en el cielo y a quienes nos podemos encomendar y que intercederán para que la congregación siga adelante y continúe siendo pionera en todos los trabajos de misión y también de entrega por parte de las hermanas”.

En los años noventa Argel vivía una época de gran conflicto, con la presencia de fundamentalistas islámicos. Esther estaba dedicada a su labor de enfermera, sobre todo con niños discapacitados, “sor Esther es mi ángel decían los niños”, recuerda Carmen; y Caridad estaba volcada en la atención a las personas de la tercera edad en el barrio en el que residían donde había grandes necesidades. Las revueltas se agravaban y se llegó a recomendar a los españoles que abandonasen el país por lo peligroso de la situación. En ese momento la madre general y la provincial de la congregación se desplazaron a la ciudad para, junto al obispo, hacer un discernimiento con las hermanas: “Eran dos mujeres extraordinarias que acogieron su destino como un don de Dios. Tras mucho reflexionar, con la oración, decidieron, corriendo riesgos muy próximos, que no tenían razones para dejar al pueblo argelino. Su presencia como cristianos es muy importante allí”. El domingo 23 de octubre de 1994, día del Domund, cuando iban a misa las dispararon: Esther tenía 45 años y Caridad 61. Sus cuerpos fueron repatriados y las hermanas continuaron en Argel a pesar de todo. En la actualidad permanecen dos comunidades de ocho religiosas.

“Esther y Cari tenían el don del Espíritu, una fuerza espiritual y una vivencia tremendas. Una de las cosas que dijo Cari cuando hicieron el discernimiento fue: Estoy abierta y obediente a lo que Dios quiera de mí, a lo que vean mis superiores. María estuvo abierta al querer de Dios y quizás le costó. Yo deseo estar en esta actitud ante Dios en los momentos actuales”, relata Carmen, “Esther por su parte nos dijo: Nadie me puede quitar la vida porque nosotras ya la hemos entregado. Para mí el modelo perfecto es Jesús: sufrió, tuvo que vencer dificultades y acabó con el fracaso de la cruz de la que nace la fuente de la vida”.

Su testimonio de fe les llevó a la beatificación el pasado 8 de diciembre en Orán junto con otros 19 mártires de Argelia: el obispo de Orán y religiosos. Las dificultades con la concesión de visados impidieron la asistencia a la ceremonia de beatificación, por esa razón el día 15 de diciembre se realizó una multitudinaria misa de acción de gracias en la Catedral de León con la presencia de hermanas de los 17 países donde están las agustinas misioneras, agustinos y personalidades de la Iglesia de toda España. “Para la congregación a la que pertenezco con mucho orgullo esto ha sido algo grande, venido del cielo”, expresa Carmen.

Educación y promoción

La congregación de agustinas misioneras está presente en Avilés en el colegio del Buen Consejo con 320 alumnos en el que las hermanas llevan a la práctica su carisma que no es otro que “el seguimiento de Cristo que nos lleva a realizar nuestra misión en total disponibilidad a la llamada del espíritu por medio de la promoción y la educación, con especial atención a las personas más necesitadas. Lo hacemos con mucha dedicación porque nuestra espiritualidad que la bebemos de San Agustín tiene tres puntos clave: interioridad, comunidad fraterna y el servicio a la Iglesia. Intentamos hacer un mundo mejor e inculcamos muchos los valores de San Agustín de respeto y de amistad, al igual que él era un gran amigo de todas las personas desde los más cercanos hasta llegar a toda la Iglesia”.

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