«El testimonio de amor más alto que un cristiano puede dar»

Publicado el 29/05/2021
Share on FacebookTweet about this on TwitterEmail this to someonePin on PinterestPrint this page
«El testimonio de amor más alto que un cristiano puede dar»

«La santidad cotidiana en la vida real es consentir que Dios en nosotros haga el bien en medio de tantos males; que grite su paz cuando la violencia nos diezma y destruye de tantos modos; que anuncie su gracia cuando la esperanza suena a quimera extraña e irreal. Y por eso es un regalo más grande que nosotros mismos que bendice a quienes lo contemplan, y devuelve la paz a sus corazones, la esperanza a sus miradas, y hace posible que en una comunión real nos descubramos como hermanos». Así se expresaba el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, en la eucaristía que tuvo lugar este viernes, 28 de mayo, en la Catedral de Oviedo, de acción de gracias por la beatificación del misionero asturiano Juan Alonso, el pasado 23 de abril en El Quiché (Guatemala).

A la eucaristía acudió también el Provincial de los Misioneros del Sagrado Corazón, el padre Francisco Blanco Martín, congregación a la que pertenecía el P. Juan Alonso, al igual que los otros dos misioneros beatificados el pasado 23 de abril, así como siete laicos indígenas, colaboradores de las parroquias de la zona.

«Hoy celebramos tamaño testimonio en alguien nuestro: de esta nuestra tierra asturiana, no de antípodas extrañas, de esta nuestra iglesia diocesana en la que fue bautizado y de la que salió para hacerse misionero del Sagrado Corazón, de este nuestro tiempo no de épocas lejanas –continuó el Arzobispo de Oviedo en su homilía–. Es profundo el valle que serpentea con sus bosques, su río Aller y la angostura o anchura de sus tramos en esa cuenca minera que se corona en el puerto de San Isidro, colindante ya con León. Un rincón asturiano de sencilla belleza, donde se enclava el pueblecito de Cuérigo, la patria chica de un allerano recién beatificado como mártir de Cristo en Guatemala. El Padre Juan Alonso Fernández, Misionero del Sagrado Corazón de Jesús, llegó a la zona norte del país llamada El Quiché, cuando apenas contaba 27 años, justo después de recibir la ordenación sacerdotal. Teníamos que celebrar como Iglesia diocesana este regalo que se nos hace en el testimonio más alto de amor que un cristiano puede dar cuando entrega su vida por Cristo y por los hermanos».

«En El Quiché trabajaban tres Misioneros del Sagrado Corazón, José María Gran, Faustino Villanueva y Juan Alonso –explicó–. No eran activistas políticos ni sindicales, no se enrolaron en la guerrilla. No encontraron armas entre sus ropas, ni mapas para emboscadas, ni consignas pervertidas para llegar a matar cainitamente. Anunciaban la Buena Noticia del Señor, el Evangelio, y de ese modo comunicaban a la gente sencilla el latido de ese Sagrado Corazón que palpita en el mismo Dios y en sus corazones cristianos. La catequesis, la transmisión de los valores evangélicos que aparecen en Cristo, en María, en los santos, y que construyen un mundo distinto en la paz sin tregua, la justicia sin siglas, el amor lleno de respeto y fraterna convivencia, la verdad bondadosa y bella. Siempre que una presencia cristiana afirma esa visión de las cosas, levanta sospechas, alimenta rencores y, tantas veces, propicia la censura que llega a quitar la vida».

En su homilía recordó también la misión diocesana que, durante tres años, estuvo enclavada en El Quiché, con cuatro sacerdotes diocesanos al frente, tres de los cuales se encontraban presentes en la eucaristía: «Cabe recordar que entre 1977 y 1980 la labor de los Misioneros del Sagrado Corazón en El Quiché fue compartida por varios sacerdotes de la archidiócesis de Oviedo que habían manifestado su disponibilidad para colaborar con la causa misionera. Siempre nuestra Diócesis asturiana ha tenido y tiene una gran vocación misionera, y de aquí salió el Padre Juan Alonso».

«Pudieron haber escapado y salvar su piel –afirmó Mons. Sanz– pero prefirieron quedarse con aquellos campesinos mayas. Es el mejor comentario al Evangelio que hemos escuchado de Jesús Buen Pastor que conoce a sus ovejas, y da la vida por ellas, sin escapar cuando vienen los lobos de la jauría inhumana y antifraterna. Como dice Mons. Bianchetti, actual obispo en El Quiché, a los mártires los mataron «porque siguiendo a Jesús desde su fe, no desde una ideología, sino desde su creencia, estaban comprometidos en el desarrollo social y espiritual de sus paisanos».

Homilía completa

Para mejorar el servicio, utilizamos cookies propias y de terceros. Si sigues navegando, entendemos que aceptas su uso según nuestra política de cookies.

Más información sobre cookies