Escribe Marcos Argüelles Montes, seminarista
Pocas veces nos paramos a pensar sobre el papel de san José en los años de la infancia de Jesús. Sin embargo, Dios le dejó claro que había sido elegido para custodiar y cuidar al niño Dios y a su madre (Mt 2,13). Por ello, sin duda, el patriarca san José estuvo al cargo del cuidado y de la educación de Jesús ejerciendo como su padre en la tierra. Por esto san José fue elegido también por la Iglesia para ser su patrono en la misión de cuidar, educar y hacer crecer la fe y la relación con Dios de los cristianos. En efecto, desde el 8 de diciembre de 1870, en que Pío IX lo declaró patrón de la Iglesia, san José fue reconocido como especial custodio e intercesor por la Iglesia.
Pero los aspectos sobre los que ejerce su patronazgo no se quedan aquí. Entre otros muchos, a nadie se le escapa que san José es también patrono de los seminarios. Los que nos estamos preparando para el sacerdocio lo tenemos igualmente de protector y mediador ante Dios en esta etapa de discernimiento y educación de nuestra vocación. Por ello, el día de san José es celebrado con especial solemnidad en nuestro Seminario Metropolitano.
Entre los actos de este día destacan el encuentro con algunos sacerdotes, con las familias y la Misa, en la que habitualmente son instituidos lectores algunos de los candidatos al presbiterado y al diaconado permanente. Este año somos tres los que recibimos este ministerio, un servicio que la Iglesia nos encomienda para que proclamemos la Palabra de Dios, en definitiva, para que anunciemos a Cristo muerto y resucitado para nuestra salvación. Esto no solo conlleva leer bien o con una buena entonación. Se nos entrega la Sagrada Escritura para que, custodiándola, haciéndola nuestra y meditándola frecuentemente, transforme nuestra vida (cf. Ritual para la institución de lectores). Solo así podremos proclamarla con verdad a los demás para que crezca en su corazón.
Siguiendo el lema de este año para la campaña del Seminario, “El Seminario, misión de todos” queremos hacer así partícipe a la comunidad diocesana de la vida de nuestros centros formativos y también pedir su oración para que Dios nos siga ayudando en nuestro camino vocacional.
