«Como María fue presurosa desde Nazareth hasta Ain Karem para encontrarse con su prima Isabel, así nosotros hemos acudido a esta cita anual tan esperada con la premura de quien acude festivo a la casa de Dios y de la Virgen Santa, con los hermanos de la fe con quienes formamos un pueblo cuya identidad pervive en el tiempo, y con el que seguimos escribiendo la gran historia cristiana en Asturias», afirmaba en los comienzos de su homilía el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, en la eucaristía de celebración del Día de Asturias, festividad de la Santina, en el Santuario de Covadonga.
Allí se dieron cita numerosos fieles, entre los que se encontraban representantes de formaciones políticas así como autoridades judiciales, civiles, militares, académicas y culturales de la sociedad asturiana.
Mons. Sanz recordó en sus palabras los numerosos grupos de jóvenes que, en los últimos meses han acudido al Santuario, desde que el pasado mes de mayo tuviera lugar la tradicional Marcha diocesana de Jóvenes, pasando por la JEMJ de este mes de julio o la Vigilia organizada por la Delegación episcopal de Pastoral Juvenil, ayer mismo, en la víspera del Día de Covadonga. «Es un auténtico espectáculo de belleza y bondad –afirmó– ver a tantos chicos y chicas con su jovialidad sana expresando con inmensa alegría sus convicciones cristianas, con la madurez probada y fortalecida en estos tiempos revueltos de persecuciones varias, con la creatividad audaz que apunta maneras en un futuro sin tacha. No son mojigatos pacatos en sus reboticas acomplejadas, sino jóvenes de su tiempo que logran unir su edad desenfadada con la solidez de su testimonio frente a tantas frívolas parafernalias. Ver a estos miles de jóvenes subir a Covadonga es una ráfaga del aire puro y fresco que nos llena de confianza al ver sus rostros iluminados por una pureza no impostada, dibujando un horizonte sin acechanzas, y ver incluso cómo queda Covadonga tras el paso de miles de chicos y chicas entre 15 y 25 años con un orden y limpieza nada comparable al campo de suciedad y basura de otras concentraciones no lejanas con motivo de eventos musicales, deportivos o populares».
También mencionó a la familia, al derecho y respeto por la vida en cualquiera de sus momentos, las tradiciones de los mayores o el amor y cuidado por la «casa común», cuando afirmó «bienaventurados los que amáis la vida en todos sus tramos y circunstancias: la del no nacido, la del anciano o enfermo terminal y la vida que está entre ambos extremos a veces penando por la precariedad económica y laboral, por la falta de libertad o la inseguridad que genera toda violencia sea cual sea su trinchera. Bienaventurados los que amáis la verdad, esa que nos hace libres como nos dice Jesús, y os distanciáis de la mentira y de los mentirosos cuando sin recato se banaliza la palabra dicha y luego contradicha sin ruborizarse cambiando de idea o traicionándola. Bienaventurados los que amáis la familia fundada entre hombre y mujer, abiertos a la bendición de los hijos, en un para siempre lleno de respeto y ternura enamorada aunque pasen los años y aparezcan las canas, aceptando que hay otras formas de convivencia que necesitarán el reconocimiento legal de sus derechos, pero nunca la equiparación con la familia. Bienaventurados los que amáis el legado recibido de nuestros mayores como una tradición de sabiduría y con inteligencia os prevenís contra toda reducción manipuladora con agendas tramposas que nos pervierten, colonizan y nos enfrentan con insidias debilitadoras. Bienaventurados los que amáis esta casa común que es la madre tierra cuidándola y respetándola, como dice el papa Francisco, sin ceder a ideologías climáticas de los que hacen su agosto a su costa todos los meses del año. Bienaventurados los que amáis la igualdad entre hombre y mujer en su complementariedad diferenciada, sin el machismo prepotente que mata y sin el feminismo empoderado y excluyente que impone su dictadura de género».
Y entre otras ideas, quiso finalizar recordando que «Las puertas están abiertas en la casa de María, y la libertad intacta para quien quiera acercarse como hacéis los aquí presentes y cuantos nos siguen por los medios de comunicación».
El acompañamiento musical corrió a cargo de un coro compuesto por ocho cantores, algunos de ellos antiguos escolanos, junto con la Agrupación de música de Cámara de la Orquesta Clásica de Arriondas, dirigidos por Sergio Vázquez. En el órgano, el organista del Santuario, Fernando Álvarez.
Al terminar la eucaristía, como es tradición y gracias a que el tiempo lo permitió, tuvo lugar una procesión con la imagen de la Santina hasta la Santa Cueva, donde el Arzobispo bendijo a los presentes, se cantó la Salve y el himno de Covadonga. Mons. Sanz agradeció a los asistentes su presencia, y muy especialmente las «preciosas» palabras de la Alcaldesa de Ibias, concejo que este año hacía la ofrenda a la Santina.