Maternidad subrogada: ¿altruismo o dilema moral?

Publicado el 15/11/2018
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Maternidad subrogada: ¿altruismo o dilema moral?

Escribe Patricia Rodríguez Suárez, médico

Sin duda el avance médico y tecnológico al margen de tanto como aportan a la calidad de vida humana, está generando toda una filosofía  del hombre postmoderno, que no logra valorar ya la vida como un don, sino que vuelve a caer en la tentación de querer ser como Dios.

La  maternidad subrogada aparece desde hace ya unos años, como solución al problema de infertilidad, o incluso como un acto altruista, que se “compromete” a gestar una vida, para hacer realidad el sueño de un adulto que busca ser padre-madre, sin haber contraido matrimonio.

En España la gestación subrogada es alegal, según  la Ley 14/2006  que establece que “el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación maternal a favor del contratante o tercero es nulo de pleno derecho”. Sin embargo se contempla la inscripción en el Registro Civil de aquellos niños nacidos mediante esta técnica.

Al margen de la batalla legal, está la implicación moral que este planteamiento tiene, pues se mueve sólo si miramos a la ley, en el ámbito de los derechos, pero desde el campo de la bioética, se están vulnerando principios fundamentales, como el de autonomía y el de justicia.

El principio de autonomía del ser que se está gestando, a quien debemos proteger en primer lugar, porque Dios le ha hecho partícipe de una dignidad que hunde sus
raíces en haber sido creado a su imagen y semejanza. Aunque estudios hechos sobre las consecuencias psicológicas para el niño de haber sido gestado de esta forma, afirman que son similares a las de la adopción, no cabe duda que socialmente es más que probable que no sea igualmente aceptada una historia de abandono que determina la adopción por otra familia que no lo ha engendrado, a ser fruto de “un contrato”.

Por otra parte, está el “mercado con los países menos desarrollados” hasta llegar al punto de hacer de la gestación subrogada un medio para mejorar la situación económica de muchas mujeres en países como Ucrania. No podremos además  hablar del principio de justicia, mientras algunas mujeres deban ofrecer su útero para paliar sus necesidades básicas. Ni que decir tiene el hecho de que muchas, además, sean explotadas en clínicas privadas que se enriquecen con este negocio.

El reto será vivir en la sociedad que nos ha tocado, conscientes de que algunas conductas no por frecuentes e incluso legales, son moralmente aceptables. El Magisterio de la Iglesia no permanece ajeno a esta realidad tan actual. Ya en el año 1987 la Congregación para la Doctrina de la Fe, en su documento Donum Vitae, se muestra contraria a la maternidad subrogada, al afirmar que “el niño debe ser fruto exclusivo de la entrega mutua de los esposos, de su amor y fidelidad” y afirma más adelante que “la procreación asistida es contraria a la unidad del matrimonio y a la propia dignidad de la persona humana” .

También la Conferencia Episcopal Española rechazó esta práctica,  afirmando que este método no respeta la dignidad de las madres ni la del niño, pues se obtiene “al margen del ámbito digno para ser concebido”.

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