«Los pobres son nuestros amos y señores»

Publicado el 02/02/2018
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«Los pobres son nuestros amos y señores»

Mañana viernes, fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, un momento especial para orar y reflexionar sobre la vida de los religiosos y otras formas de consagración. El lema de este año es “La vida consagrada, encuentro con el amor de Dios”. Unas palabras que quizá suenen extrañas para tantas personas, cada vez más, en una sociedad secularizada como la actual. Sin embargo, el encuentro con el amor de Dios está más presente de lo que mucha gente pueda pensar, casi escondido en tantos sitios, como las casas de religiosos y religiosas que realizan una labor, muchas veces silenciosa,  desconocida para tantos, y al mismo tiempo tan necesaria. Y lo hacen la mayoría a pesar de su elevada edad, pues el concepto jubilación se relativiza generosamente en su condición de consagrados.

Un ejemplo de tantos, podría ser la comunidad de Hijas de la Caridad que atiende la Cocina Económica, en Oviedo. Siete religiosas, todas ellas jubiladas, que atienden las veinticuatro horas del día la casa por la que pasan un promedio de 150 personas a mediodía, y unas 90 por la noche.
Sor Esperanza Romero, la superiora de la comunidad, reconoce que su labor es continuada, puesto que “a cualquier hora del día te pueden llamar a la puerta. Por la noche es menos habitual, pero por el día vienen a cualquier hora a traer mercancía en forma de donativos o comida, a pedir alimentos, y luego todas las personas que vienen para comer y cenar”. “Tenemos personal  de  limpieza  y  de  cocina –reconoce la religiosa– pero hay mil y una cosas que hacemos nosotras, algunas fijas y otras muchas que van surgiendo”.
La Cocina Económica de Oviedo, que cumplirá 130 años este próximo mes de febrero, cuenta, además, con el apoyo de un centenar de voluntarios, especialmente para atender los servicios de las comidas, aunque no todos acuden con la misma regularidad. El perfil de los usuarios de la Cocina Económica es mayoritariamente masculino, con problemas de adicción, de paro prolongado o divorciados sin familia y con problemas económicos.
Las religiosas que componen la comunidad de la Casa se levantan a diario sobre las siete de la mañana para rezar laudes y celebrar la eucaristía sobre las ocho. “A partir de ese momento nos ponemos a trabajar y a atender todo lo que vaya surgiendo en la casa”, explica sor Esperanza. “San Vicente –fundador de las Hijas de la Caridad– nos decía que nosotros servimos a Jesucristo en la persona de los pobres. Para hacer ese servicio, necesitas de la fuerza de la fe y la oración, pero nuestro fundador también recordaba que “si no puedes ir a la eucaristía porque un pobre te necesita, tienes que dejar a Dios por Dios”. Y es que la oración es fundamental, porque si no, nuestra vida muere y no tiene sentido, pero al mismo tiempo atender a los pobres es, para nosotros oración y vida”.
Una labor que, ellas mismas describen como enormemente satisfactoria, pues “verdaderamente ellos nos dan a Dios, y es verdad que nos enseñan mucho, son nuestros amos y señores”, afirma Sor Esperanza, parafraseando de nuevo a su fundador.

Cocina económica 1Palabras que suscribe sor Benigna: “los pobres nos enseñan mucho. Aquí son muy pacientes, respetuosos y cariñosos”, asegura esta religiosa, que ha pasado la mayor parte de su vida atendiendo casas cunas y “hogares de niños de la calle”, tal y como ella misma describe. Y añade que cuando llegó a la Cocina Económica de Oviedo, pensó que el comedor era “un pozo de amargura”, pues “en cuanto te acercas a ellos te cuentan sus vidas, sus penas, y si les escuchas, lo agradecen mucho y se sienten liberados”. Por eso, sor Benigna se propuso “que cuando se vayan de nuestra casa, no lo hagan con más amargura de la que traen, porque traen mucha, pero nosotros podemos ser un bálsamo para sus heridas”.
En el comedor no hay turnos, siempre está lleno y cuando terminan unos, entran otros, pero “nadie se va nunca sin comer, porque comida siempre hay”, afirma rotunda sor Esperanza. “A veces vienen 150, a veces 200, nos desconciertan y no sabemos bien de qué depende”, reconoce. “Puede influir el tiempo que haga, y a veces que algunos cobran pequeñas pensiones que la verdad, se gastan rápido, pero no tenemos estudios hechos sobre ello, pues entre las normas de la casa, desde siempre, es no pedir identificación, tan solo cincuenta céntimos, que es una miseria, pero que sirven para que ellos mismos se den cuenta de que es importante guardar algo para la alimentación”, explica la Superiora de la comunidad. Aún así, las religiosas están en contacto directo con Cáritas y con el Centro de Día. También cuentan con aportaciones del Ayuntamiento, de bancos y otras instituciones, además de donativos de muchas personas, en forma de dinero o de comida. También supermercados como Alimerka o Mercadona les donan alimentos, que ellas distribuyen para que, estando muchos próximos a caducar, no se pierdan y puedan repartirse entre toda la gente que lo necesita.
El reemplazo vocacional es muy escaso, y especialmente de jóvenes de la zona. Las religiosas de esta comunidad, sin embargo, se muestran comprensivas con los jóvenes: “no sé lo que haría yo si fuera una joven de hoy”, reconoce sor Esperanza, pues “no lo tienen fácil, en medio de esta sociedad de consumo que les manipula, les hace objetos de consumo, y no personas, sin un criterio personal. Parece que vivimos para consumir, creándonos constantemente necesidades”. En este ambiente, “es muy difícil plantearse qué sentido tiene tu vida y qué puedo hacer yo por los demás, qué me pide el Señor”, dice la Superiora de la comunidad. Una “inquetud”, que “debe partir de una vida de fe, de un encuentro con Jesús, de una búsqueda y reconocer que en toda decisión, tiene que haber una renuncia”.
“Mi vida me llena realmente –afirma sor Mercedes Ordieres, otra de las religiosas de la comunidad, dedicada durante toda su vida a la docencia, con niños–. Siento que mi vida sirve para algo y para alguien, todo lo demás, me parece humo. Si yo fuera joven, creo que me llegaría a cansar de una vida superficial y buscaría algo más”.

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