Este domingo, 29 de septiembre, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado con el lema «Dios camina con Su pueblo». Además de la celebración en las parroquias, cada año se elige un lugar para un encuentro diocesano y en esta ocasión será en Mieres, donde a las 12 h tendrá lugar un Círculo de Silencio en la Plaza de la Pasera y a las 13 h, la celebración de la eucaristía en la parroquia de San Juan Bautista. El Círculo de Silencio, actividad que se lleva organizando ya varios años en estas jornadas, no deja de ser una «manifestación silenciosa» donde «por medio de unas pancartas defendemos y apoyamos en silencio a las personas migrantes, manifestando nuestra cercanía con aquellos que se ven en la situación de tener que irse de sus propios países para buscar una vida mejor». Así lo explica el Director del Secretariado diocesano de Pastoral de Migraciones y Movilidad Humana, José del Riego, institución organizadora del encuentro.
La Jornada de este año se enmarca en una situación algo diferente a la de ediciones anteriores. Hace tan solo unos días, los medios de comunicación difundían que, según un estudio del CIS, la inmigración había pasado a ser el primer problema, de los variados que ya hay, para los españoles. Una cuestión, por tanto, más candente que nunca, aderezada y azuzada por la multitud de noticias que sobrevuelan los medios y las redes sociales, que, lejos de aportar claridad y sosiego, soliviantan los ánimos en un momento social ya de por sí soliviantado.
Ante esto, ¿cuál es la palabra de la Iglesia? El Director del Secretariado de Pastoral de Migraciones, José del Riego, lo ve claro: «Por un lado, la Iglesia defiende la verdad: no debe de contribuirse, con posturas irresponsables, a difundir bulos y noticias falsas, creando un alarmismo que, en muchos casos, puede estar basado en cierto hecho concreto, pero que implica colgarle a un colectivo de personas una etiqueta de peligroso, por el hecho de venir de fuera o por de ser de un determinado país. Nadie niega que pueda haber casos, pero ni todo migrante por el hecho de serlo es un santo, ni todo lo contrario. La inmensa mayoría de personas que vienen, lo que quieren es un trabajo y labrarse un porvenir, algo que no pueden tener en su país por la pobreza, la guerra o la situación política».
Por otro lado, «la postura de la Iglesia viene bien reflejada en los documentos en torno a la inmigración, que no son sólo los actuales, ni son sólo obra del Papa Francisco. Benedicto XVI, Juan Pablo II, Pablo VI, han escrito ya sobre estas situaciones y todos con el mismo argumento y objetivo: destacar el valor de la acogida, el valor del encuentro con una persona que es como yo, que podría ser mi propio hijo, aunque venga de otra cultura y de otra religión. Es un ser humano, con una historia, con un porvenir, con unas ilusiones. Como dice el lema de este años, «Dios camina con Su pueblo», porque Dios acompaña a todas las personas».
No en vano esta es la Jornada del Migrante y el Refugiado número 110, una antigüedad que manifiesta claramente que hace mucho tiempo que la Iglesia se preocupaba por los flujos migratorios y las problemáticas que conllevan. Eso sí, los comienzos de estas Jornadas fueron muy diferentes, puesto que fueron pensadas precisamente en esos momentos en los que los italianos emigraban masivamente hacia Estados Unidos o Argentina buscándose un porvenir, y una vez instalados se veían desarraigados, lejos de su cultura y de su fe. «Ahora ya no somos tanto emisores, como receptores de migraciones, pero la acogida ha de ser siempre la misma», afirma José del Riego
El pasado mes de mayo la Conferencia Episcopal Española presentaba la Exhortación pastoral llamada «Comunidades Acogedoras y Misioneras», actualizando el documento del año 2007 «La Iglesia en España y los migrantes», en la que se formula una pastoral transversal con personas migradas, en una Iglesia «en salida» donde “cabemos todos”. Una especie de «hoja de ruta» para las diócesis, donde «se nos está pidiendo que convoquemos a todas las entidades de la Iglesia que trabaja el tema de la atención, la acogida y promoción de migrantes, bien sean parroquias, comunidades, instituciones y congregaciones religiosas, para que nuestra respuesta sea una respuesta de conjunto, coordinada, donde todos estamos trabajando en común acuerdo, cada uno desde su identidad», explica José del Riego. Yendo más allá, el Director del Secretariado Diocesano para la Pastoral de Migraciones, recuerda que «muchas de las personas que están llegando a Asturias son católicas, con una fuerte religiosidad, y sin embargo, encuentran dificultades para integrarse en las comunidades. Están viviendo en España y cuando van a sus parroquias, no se sienten plenamente acogidos. Y es que la respuesta desde la Iglesia no puede limitarse al aspecto material o legal, que es importante y desde luego es el primer paso –explica José del Riego–, sino que somos todos una comunidad, también ellos, y hay que encontrar la manera de que se sientan verdaderamente acogidos y miembros activos de nuestras comunidades».
Son, a veces «muros invisibles» los que les llevan a sentir esa falta de acogida, no siempre consciente, como puede ser por ejemplo el acceso a las instituciones y la alta burocracia que se encuentran –todos encontramos– cada vez que hay que realizar cualquier gestión, añádase a eso otra cultura o un idioma diferente. Desde Cáritas son conscientes de ello, como reconoce Fernando Canga, trabajador de Cáritas en la zona de El Caudal y Siero. «Mi principal labor es el acompañamiento en la Cáritas parroquial de las parroquias de la zona –explica–, y de un tiempo a esta parte observamos que ha aumentado la demanda de cosas más complicadas de las habituales, como podía ser ayudar a pagar la luz o comprar comida. Ahora comprobamos que nos llegan muchas problemáticas de personas inmigrantes en cuanto a la situación de su regularización, asesoramiento jurídico o búsqueda de empleo. El aspecto de la vivienda –explica–, también se ha complicado, puesto que es frecuente ver cómo les piden 700 euros por el alquiler de una habitación en un lugar como La Felguera, que no estamos hablando de la calle Uría de Oviedo», destaca.
Sus principales problemas, no obstante, son «acceder a ciertos derechos básicos, como puede ser un empadronamiento», explica Fernando Canga. «Incluso poder acceder a una cita con extranjería se ha complicado tanto que es casi imposible y se las están vendiendo entre ellos, el último precio que me comentaron, según me dijo una persona procedente de Colombia, salió a 350 euros», afirma. «Triquiñuelas» que nacen de la necesidad y que suponen un «muro invisible» que se une a tantas otras dificultades que surgen en un país lejano al suyo propio.