Homilía en la festividad de Nuestra Señora de Covadonga 2024

Publicado el 08/09/2024
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Querido Sr. Vicario General, Sr. Abad de Covadonga, hermanos sacerdotes y diáconos. Excmo. Sr. Alcalde de Cangas de Onís y corporación municipal, Sres. Parlamentarios autonómicos, europeos y nacionales, Sres. Senadores. Autoridades Judiciales, Civiles, Militares, Académicas, Culturales y Sociales. Miembros de la vida consagrada, seminaristas, fieles cristianos laicos. Hermanos que nos seguís a través de los medios de comunicación: El Señor ponga la Paz en vuestro corazón y sostenga con Bondad vuestros pasos.

Son ya siglos de andaduras en esta montaña santa. Los caminos que se abren en nuestros bosques tienen las rodadas de tantas pisadas: hombres y mujeres que buscan respuesta a sus preguntas, el bálsamo para sus heridas, la certeza en sus dudas, y la fortaleza en la debilidad cuando por dentro y por fuera arrecian las tormentas. Es el secreto que guardan a buen recaudo estas montañas que nos presiden en los Picos de Europa y en estos valles frondosos en los que ríos cantarinos llenan de música nuestra agradecida alabanza.

Como María fue presurosa desde Nazareth hasta Ain Karem para encontrarse con su prima Isabel, así nosotros hemos acudido a esta cita anual tan esperada con la premura de quien acude festivo a la casa de Dios y de la Virgen Santa, con los hermanos de la fe con quienes formamos un pueblo cuya identidad pervive en el tiempo, y con el que seguimos escribiendo la gran historia cristiana en Asturias.

Hasta aquí han acudido estos meses pasados varios grupos de jóvenes que son nuestra esperanza. El encuentro de más de 600 jóvenes asturianos el primer sábado de mayo, o los 2000 que acudieron de toda España en las jornadas eucarísticas y marianas de comienzo de julio, o los más de 1600 que vinieron de Europa acabando ese mes. Anoche volvieron a llenar esta Basílica en una preciosa vigilia de oración. Es un auténtico espectáculo de belleza y bondad ver a tantos chicos y chicas con su jovialidad sana expresando con inmensa alegría sus convicciones cristianas, con la madurez probada y fortalecida en estos tiempos revueltos de persecuciones varias, con la creatividad audaz que apunta maneras en un futuro sin tacha. No son mojigatos pacatos en sus reboticas acomplejadas, sino jóvenes de su tiempo que logran unir su edad desenfadada con la solidez de su testimonio frente a tantas frívolas parafernalias. Ver a estos miles de jóvenes subir a Covadonga es una ráfaga del aire puro y fresco que nos llena de confianza al ver sus rostros iluminados por una pureza no impostada, dibujando un horizonte sin acechanzas, y ver incluso cómo queda Covadonga tras el paso de miles de chicos y chicas entre 15 y 25 años con un orden y limpieza nada comparable al campo de suciedad y basura de otras concentraciones no lejanas con motivo de eventos musicales, deportivos o populares. Pero no sólo son los chavales, sino también tantas familias y peregrinos que nos visitan cada año hasta más de un millón y medio que acude a este bendito lugar para dar gracias a Dios, para pedir una gracia a la Virgen, para derramar sus lágrimas con las que el Señor hace su propio llanto o compartir sus sonrisas con las que María nutre la fiesta de su alegría.

Covadonga tiene ese blasón de nobleza que facilita que acudamos a este rincón de extraordinaria belleza natural, donde nació un pueblo celoso de sus valores morales y de sus creencias cristianas y por ello mismo avezado en la reconquista de lo que vale la pena cuando merodean quienes intentan someternos con la imposición de sus diatribas y el conato de secuestrar con malas mañas nuestro relato. Un enclave así de hermoso y un pueblo que no olvida sus raíces aunque las cizañen otros, hace que Covadonga sea el corazón de Asturias con su historia viva con toda la fuerza que representa este lugar de indomable significación que nadie puede reducir a un centro de interpretación del parque temático de sus andanadas.

“Bendita la Reina de nuestra montaña que tiene por trono la cuna de España… Es Madre y es Reina, venid peregrinos”, cantamos en el himno de la Santina. Y nosotros hemos venido un año más, deseando lo que Isabel pudo gozar ante la visita de su joven prima María: que salte de alegría lo mejor que llevamos en nuestras entrañas. Ella fue con prisa, nosotros venimos con ganas. En esta casa y en este día, las puertas están abiertas si cabe más todavía a como lo están el resto del año.

Enseñar al que no sabe es una obra de misericordia. Dado que algunos están empeñados en enseñarme a predicar, intentaré mejorar y ser niño aplicado. Y es que parece que no son suficientes mis dos licenciaturas y un doctorado para superar esta reválida de los que jalean en ruedas de prensa o en cartas abiertas con vaselina protocolaria. Sinceramente, no hace falta que me enseñen cómo se hace una homilía o que sincronizadamente pretendan censurármela desde el conocido género tan manido del fango ultraderechista de marras. Bien sé yo que este púlpito no es una tribuna para debates políticos, ni el palenque de la arenga mitinera, ni la barra de un chigre donde se habla un poco de todo. Este púlpito no tiene detrás unas siglas políticas aunque algunos se empeñen en ponerlas, sino un juicio moral que nace de la Palabra de Dios y de la tradición cristiana. Aquí no hablamos de indultos, de cupos, de amnistías, de impuestos turísticos, ni de los bulos de los que quieren gobernarnos por bulerías. Hablamos de otras cosas. He tenido que dirigir mi palabra en el Parlamento europeo, en Estrasburgo, por mi condición de director del departamento de cultura del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, como lo he hecho en Riga (Letonia), en Roma, en Lisboa y en otros lugares. Allí el discurso fue otro ante los políticos, diplomáticos, periodistas y obispos que me escuchaban. Como también eran otros los temas cuando he ejercido como profesor en mi cátedra universitaria en Madrid, o en Roma, o en Alemania. Aquí en Covadonga en el día de la Santina, es otro el tema y son otras las formas.

Nos ha dicho el Evangelio que María fue llamada bienaventurada por su prima Isabel. Las bienaventuranzas son el sobrenombre que Dios nos regala cuando nuestra vida se ajusta a su Palabra, llevando una conducta cristiana no clandestina ni privada. Y bienaventurados somos cuando a pesar de nuestra debilidad, contradicciones y pecados, no renunciamos a vivir como discípulos de Jesús en comunión con su Iglesia sin esconder nuestra convicción creyente tras las bambalinas de trastiendas acomplejadas.

Por eso, bienaventurados los que amáis la vida en todos sus tramos y circunstancias: la del no nacido, la del anciano o enfermo terminal y la vida que está entre ambos extremos a veces penando por la precariedad económica y laboral, por la falta de libertad o la inseguridad que genera toda violencia sea cual sea su trinchera. Bienaventurados los que amáis la verdad, esa que nos hace libres como nos dice Jesús, y os distanciáis de la mentira y de los mentirosos cuando sin recato se banaliza la palabra dicha y luego contradicha sin ruborizarse cambiando de idea o traicionándola. Bienaventurados los que amáis la familia fundada entre hombre y mujer, abiertos a la bendición de los hijos, en un para siempre lleno de respeto y ternura enamorada aunque pasen los años y aparezcan las canas, aceptando que hay otras formas de convivencia que necesitarán el reconocimiento legal de sus derechos, pero nunca la equiparación con la familia. Bienaventurados los que amáis el legado recibido de nuestros mayores como una tradición de sabiduría y con inteligencia os prevenís contra toda reducción manipuladora con agendas tramposas que nos pervierten, colonizan y nos enfrentan con insidias debilitadoras. Bienaventurados los que amáis esta casa común que es la madre tierra cuidándola y respetándola, como dice el papa Francisco, sin ceder a ideologías climáticas de los que hacen su agosto a su costa todos los meses del año. Bienaventurados los que amáis la igualdad entre hombre y mujer en su complementariedad diferenciada, sin el machismo prepotente que mata y sin el feminismo empoderado y excluyente que impone su dictadura de género.

Sí, bienaventurados los que os reconocéis en estos valores y tantos otros más que podríamos seguir refiriendo como aquello en lo que creemos, que no nos dejamos arrebatar y seguiremos defendiendo, con esta mesura en la forma y esta libertad en el fondo, lejos de quienes pretenden llenar con desaforada exaltación el vacío de sus sumisas palabras. Bienaventurados porque de vosotros aquí no sobra nadie ni tampoco nos falta ninguno de los que declinan entrar en la casa de María ausentándose por razones tan dudosas como extrañas. Y es que en el escenario público de tantos lares lo vemos con frecuencia: que hay polémicas artificiales y sincronizadas que se necesitan para disimular las carencias, maquillar las vergüenzas y ocultar con distracción las verdaderas intenciones. Cabe citar al cantautor español que recibirá en breve el Premio Princesa de Asturias de las Artes: «que no hay quien confíe en su hermano, que la tierra cayó en manos de unos locos con carnet. Que el mundo es de peaje y experimental, que todo es desechable y provisional. Que no nos salen las cuentas, que las reformas nunca se acaban, que llegamos siempre tarde, donde nunca pasa nada».

El pesimismo realista de Joan Manuel Serrat lo despejamos en un día como este cuando nos asomamos admirados a la belleza que nos circunda, cuando recordamos agradecidos la larga tradición que nos precede y cuando ilusionados seguimos escribiendo con Dios y con María esta historia cristiana inacabada. Entonces entendemos lo que dice sabiamente el libro de los Proverbios como vademécum para nuestra andanza: «la senda del justo es aurora luminosa, crece su luz hasta hacerse mediodía; pero los malvados caminan en tinieblas, y no saben dónde tropiezan. Hijo mío, atiende a mis palabras…, guárdalas en tu corazón…. Aparta de tu boca la maledicencia, aleja la mentira de tus labios; mira siempre de frente, y que no se desvíe tu mirada» (Prov 4, 18-27). Así fue recorrido el camino que llevó a María desde Nazareth hasta Ain Karem para encontrarse con su prima Isabel, ambas madres de un milagro. María reconoció la bienaventuranza dichosa tras acoger en su vida lo que Dios dice y lo que Dios calla. Por eso en sus entrañas maternales se engendró la Palabra que nos habla y nos une y no el mutismo ausente que nos ensordece y enfrenta.

Las puertas están abiertas en la casa de María, y la libertad intacta para quien quiera acercarse como hacéis los aquí presentes y cuantos nos siguen por los medios de comunicación. Hoy las campanas suenan a fiesta en el valle del Auseva. Amigos y hermanos, gracias por haber venido. Feliz día de la Santina de Covadonga nuestra patrona. Feliz día de Asturias nuestra patria chica y querida. El Señor os guarde y os bendiga siempre. Amén.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo, 8 Septiembre de 2024