«Si educas a un país, educas su futuro»

Publicado el 14/02/2019
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«Si educas a un país, educas su futuro»

Entrevista a Mercedes Arbesú Suárez. Superiora General de las Misioneras de María Mediadora

Se crió en el pueblo de Santa Marina (Siero) donde cursó la Educación Primaria, y más adelante acudió al instituto en Noreña. Quiso estudiar Periodismo en la Complutense, en lo que supuso todo un “reto” para su familia, y estando en Madrid, tomó conciencia de su vocación religiosa. Ingresó en la Congregación de Misioneras de María Mediadora hace 28 años, de los que 23 los ha pasado en misiones. Este verano, sus hermanas la eligieron Superiora General de la Congregación.

¿Por qué elegiste precisamente a las Misioneras de María Mediadora?

En mi pueblo, Santa Marina, había ya tres religiosas de esta congregación, aunque vivían fuera de España, por lo que algo ya las conocía. Cuando me fui  a Madrid, empecé a tratarlas más de cerca. Me resultaba atractivo su estilo de vida, su frescura, su manera de posicionarse, de trabajar entonces en uno de los suburbios más pobres de Madrid, Villaverde Alto, donde la juventud de aquel momento estaba metida de lleno en el mundo de la drogadicción.

¿Cuál es el carisma de las Misioneras de María Mediadora, entonces?

La congregación la fundó una religiosa Dominica de clausura en un pueblo de Pontevedra, y lo fundamenta todo en el mandamiento del amor: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Para ella eso era fundamental, que las religiosas de la comunidad vivieran ese mandamiento entre ellas y que fueran capaces de mostrarlo a la gente.

Han sido muchos años en misiones, en Malawi y en Honduras, ¿qué te han aportado?

Me fui desde 1997 hasta 2006 a Malawi, y en 2007 me fui a Honduras, lo que supuso un cambio radical pero también muy bonito, porque me reencontré con mi profesión, el Periodismo. Hasta entonces lo había dejado totalmente aparcado y allí empecé a colaborar con una emisora de radio que tiene la Compañía de Jesús en la zona en la que estábamos nosotras. Tambén fue una experiencia muy dura porque me tocó vivir un golpe de estado en el tiempo en el que estuve allí. Regresé a España dos años y los últimos seis he estado de nuevo en Malawi.

Malawi es uno de los países más pobres del mundo, incluso comparado con los estados vecinos. El impacto al regresar a España tiene que ser duro.

No se puede comparar una vida con otra. Este es nuestro mundo y aquel es otro. Tú intentas trabajar para que la gente salga de la pobreza y de esa vida que tiene. Pero a mí Malawi me ha dado muchísimo y añoro la misión allí. Fueron 15 años que me marcaron. Sobre todo, por lo mucho que me enseñó la gente malawiana. Todos deberíamos aprender de esa generosidad y esa acogida del africano. En este mundo nuestro nos estamos haciendo muy egoístas e individualistas, mientras que el africano de los poblados es muy pobre pero comparte lo poco que tiene. Hay mucho que hacer todavía en esos países, sobre todo, en el ámbito de la educación. Si educas a un país educas su futuro y ahí estamos las Misioneras de María Mediadora haciendo lo que podemos.

Una de las labores de vuestra congregación en Malawi es la atención a un gran orfanato en la zona de Chezi. Muchos de aquellos niños se quedaron sin padres por causa del sida.

Lo bonito de este orfanato es que algunos de los niños que crecieron con nosotras se han convertido en adultos que tienen importantes responsabilidades y han creado un grupo entre ellos para ayudar a los que vienen detrás. Son médicos, enfermeros, gente con buena posición que está trabajando por su país. Nosotras trabajamos sin esperar nada, pero cuando las cosas suceden así, te llenan de satisfacción. El sida, por otro lado, parece estar más controlado, gracias a la prevención, a la mejora de los tratamientos y la concienciación de la población.

¿Pudiste comprobar alguna evolución al regresar a Malawi esta última etapa?

Efectivamente, las ciudades han crecido mucho, y también el volumen de coches, pero en sí los poblados siguen teniendo una pobreza impresionante. Hay una clase rica, un grupo de personas se ha enriquecido, pero cada vez hay más pobres. Después está el poblema de la superpoblación, y sobre todo, la corrupción en el gobierno, cada vez más llamativa.

¿Cómo afrontas la nueva responsabilidad de Superiora General?

Es todo un reto para mí, pero lo asumo con la confianza de que es lo que han querido mis hermanas de congregación; ellas ven que puedo hacerlo y además tengo la confianza absoluta de que no estoy sola; el Señor me va guiando y ellas me van acompañando.

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