El 6 de agosto, día de la Transfiguración del Señor, se celebra también la festividad de San Salvador, titular de la Catedral de Oviedo. Con este motivo, a las 12 h tenía lugar la Eucaristía solemne presidida por el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, junto con el Cabildo catedralicio y la asistencia de miembros de la Corporación Municipal de la ciudad y numerosos fieles y visitantes.
En su homilía, Mons. Sanz describió con detalle cada tramo del Evangelio del día, con el Monte Tabor como escenario, con Jesús y tres de sus discípulos más cercanos, Pedro, Santiago y Juan. En el momento de la Transfiguración, «una voz que provenía del Padre dijo: Este es mi hijo bien amado, escuchadle», pero «no siempre es fácil escuchar, y cuando el vocerío te impide oír las palabras verdaderas, podemos sentirnos confundidos», explicó el Arzobispo de Oviedo. Pero «Dios siempre habla, y es menester escuchar sus palabras, y también su silencio», afirmó, recordando que cuando San Juan Pablo II y Benedicto XVI visitaron el Campo de Concentración de Auschwitz, «la pregunta siempre era la misma: ¿dónde estaba Dios?». «Ambos respondían siempre de la misma manera: Dios estaba en las víctimas y en las personas buenas que intentaban ayudar. ¿Dónde está Dios cuando suceden cosas? En tus manos, en tu mirada, tú eres el portador de esa Palabra de Dios», dijo.
«En este día de la Transfiguración –afirmó– la imagen románica de piedra policromada de San Salvador que tenemos en la Catedral, nos invita a este gesto de escuchar y acoger en nosotros el testigo del compromiso con un Dios que no está mudo ni ausente, sino que sigue escribiendo con nosotros su Historia».
Al finalizar la celebración tuvo lugar la bendición de los ramos de laurel que se encontraban junto a la imagen del Salvador, y que después los asistentes pudieron llevarse a sus casas, como un sacramental.