En el siglo XIII, San Pedro Nolasco percibía que había una necesidad que estaba desatendida por la Iglesia, como era la redención de los cautivos. Desde entonces, hasta el siglo XVIII –el año 1779 concretamente–, su congregación, la Orden de la Merced, se volcó en la liberación de las personas cautivas. Iban a tierras musulmanas a liberar cristianos que estaban allí retenidos y los liberaban a cambio de dinero. Cuando el dinero no era suficiente, el mercedario se intercambiaba por el rehén. Los historiadores de la Orden de la Merced calculan que en 500 años, pudo haber unas 60.000 personas liberadas por medio de su labor.
Hoy en día la Iglesia sigue trabajando en el carisma de la redención y lo hace con las personas que están en prisión. La Pastoral Penitenciaria está presente en las cárceles, trabajando con los presos, colaborando con los funcionarios también. Este año, además, con el Jubileo de la Esperanza, del 2025, en el Horizonte.
Este martes se celebraba la fiesta de la Virgen de la Merced, patrona de las prisiones. Para saber cómo ha sido la celebración y conocer la labor de la Pastoral Penitenciaria en nuestra diócesis hemos entrevistado a Ana Álvarez, Delegada Episcopal de Pastoral Penitenciaria y al Capellán de la cárcel de Asturias, el sacerdote Alfredo de Diego. Ambos ocupan estas responsabilidades desde este mes de septiembre, ya que, el hasta ahora Delegado y Capellán, el sacerdote jesuita José Antonio García Quintana, ha sido nombrado director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española.
¿Cómo se ha celebrado esta Semana de la Merced en la diócesis?
Alfredo de Diego: Se ha vivido de una manera bastante ordinaria. Hemos tenido dos momentos litúrgicos especiales: uno fue la celebración de la misa de la Merced, el pasado domingo, con los internos y después el martes tuvo lugar otra celebración eucarística en la iglesia parroquial de San Salvador de Posada de Llanera, que estuvo presidida por el señor Arzobispo, en la que participaron diversas autoridades, trabajadores de la prisión de Asturias y voluntarios de Pastoral Penitenciaria.
¿Qué labor llevan a cabo los voluntarios?
Ana Álvarez: Somos en total cerca de cuarenta voluntarios, que hacemos un acompañamiento a los internos, donde hay una gran parte de escucha, de acompañarlos en esa privación de libertad y también hay un grupo que se dedican a ayudarlos en el tema de estudios. Vienen de distintos ámbitos y tenemos la suerte de contar con un grupo de chicos jóvenes, lo cual eso nos ayuda a conectar más fácilmente con los internos más jóvenes. Resumiendo, principalmente lo que hacemos es un acompañamiento y un catecumenado.
¿Colaboráis en todos los módulos?
Sí, tenemos presencia en todos los módulos y concretamente este año vamos a estar también en el módulo de aislamiento, donde, durante estos últimos años estábamos nada más que en la escuela de verano, pero ahora vamos a empezar a entrar y ayudarlos también en el tema de estudios, que nos lo están pidiendo, y también en el acompañamiento de la fe, porque, bueno son probablemente, dentro de la prisión, los más olvidados.
¿Cualquiera puede ser voluntario? ¿Cuál es el perfil de las personas que colaboráis con Pastoral Penitenciaria?
Ana Álvarez: El voluntario viene de distintos sitios dentro de la diócesis. La verdad que todos al principio cuando empezamos estamos nerviosos porque no sabemos si vamos a ser capaces de llevar a cabo este servicio. Pero la verdad es que después nos damos cuenta de que recibimos mucho más que damos. Provenimos de parroquias, de grupos como Emaús o Effetá y también nos acompaña también un Diácono permanente. Lo más importante es entrar con ganas de acompañar, no juzgar nunca y desde luego, de dar testimonio de nuestra fe.
¿Cómo acogen los internos la presencia tanto de los voluntarios como del capellán?
Alfredo de Diego: Yo creo que viven nuestra presencia casi como un momento festivo, me atrevería a decir. Me parece que lo viven con agrado y cada uno desde su labor, como decía Ana, estamos intentando llevarles el amor de Dios a esas vidas, aparentemente rotas, deshechas, donde el amor de Dios puede hacerlas fecundas siempre.
Muchos de ellos no son católicos. ¿Cómo es la relación de los voluntarios y el capellán con las personas más alejadas?
Alfredo de Diego: Precisamente el otro día todavía hablaba yo con una interna, la cual se me acercaba diciéndome «mire padre, aunque no tenemos el mismo credo –porque era de otra confesión religiosa–, me apetece conversar con usted, porque creo que me enriquece espiritualmente». Nos sucede especialmente con personas que son cristianas, con las que creo que antes de pertenecer a una Iglesia, pertenecemos a Cristo. En general, tenemos grandes conversaciones con muchos en las que compartimos y sobre todo nos intentamos poner en el lugar del otro. Me gustan especialmente unas palabras del Papa Francisco, que es el Papa que más ha visitado las cárceles de los últimos Pontífices, de hecho ya lo hacía con frecuencia cuando era Arzobispo en Buenos Aires e incluso llama con frecuencia a presos que conoce, pues decía que me gusta mucho una oración que el Papa reza antes de ingresar a las prisiones en la que dice «¿Por qué ellos, Señor y no yo?». El Papa, desde ahí, nos invita a hacer ese ejercicio de oración y de empatía, de intentar ver que si nosotros hubiéramos tenido a lo mejor las vidas, las historias personales de esos presos, a lo mejor hubiéramos tenido una vida bastante similar.
También se dan procesos de fe impresionantes, hace no mucho tuvo lugar la Confirmación de uno de los internos, que tú, Ana, visite especialmente de cerca.
Ana Álvarez: Sí, esos son regalos que nos hace el Señor, evidentemente. Ellos están muy receptivos siempre a recibir la Misericordia de Dios, porque tienen que sentir perdonados y ellos tienen que también verse en el abrazo que le podemos transmitir todos los voluntarios, ayudados siempre por el Capellán, en este caso por Alfredo. Y bueno, pues tenemos ahí más chicos ya preparándose también para la Confirmación, tenemos algún bautizo e incluso una boda. Es lo mismo que se hace en las parroquias, es una catequesis y un acompañar en ese crecimiento en la fe.
Y todo ello vivido ahora con la mirada puesta en ese Jubileo de la Esperanza, que imagino que en prisión adquiere un significado muy especial.
Alfredo de Diego: Ese es el mensaje que tratamos de llevar, un mensaje de esperanza y en ese sentido creo que hay que reconocer la colaboración de todos los que allí trabajan y reconocer a todas las personas que se hacen presentes en la prisión, bien sea por trabajo, como es el caso de los funcionarios o educadores, y como es el caso de otros voluntarios también. Y yo creo que, entre todos, intentamos contribuir a que la cárcel sea un lugar sea cada vez un lugar más humano y donde se viva esa esperanza.