Contemplación y actitud misionera

Publicado el 19/12/2019
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Contemplación y actitud misionera

En 1720 San Pablo de la Cruz fundó la congregación de la Pasión de Cristo

En 1720 San Pablo de la Cruz vivió la inspiración que le impulsó a fundar la congregación de la Pasión de Jesucristo, los Padres Pasionistas, que el próximo año celebrará trescientos años de historia. “Nace como un carisma de Dios a la Iglesia a través de San Pablo de la Cruz que tiene como finalidad adentrarse en el misterio insondable del amor de Dios manifestado en Cristo crucificado, que es la salvación y vida para el mundo. Nuestra misión es llevar el mensaje de su Evangelio. El fundador nos decía que teníamos que acercarnos a contemplar al crucificado acudiendo a las fuentes de la palabra de Dios”, explica Teodoro Arranz, superior de la comunidad que la congregación tiene en Mieres afincada en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen.

Los tres pilares que fundamentan la vida de la congregación son: oración, soledad y penitencia que traducidos a día de hoy serían gratitud, profecía y esperanza: “En la actualidad hay que reinventarse y buscar nuevas formas de comunicación y de evangelización, de hacernos presentes en el mundo”. Un propósito que lleva a los Padres Pasionistas a practicar una doble misión, la de contemplar y también la de promover una actitud misionera, teniendo así una doble vertiente: vida contemplativa y vida activa.

Todo ello para adaptarse a las nuevas circunstancias y necesidades de quienes se acercan al convento: “Nuestro carisma se da para la Iglesia, una Iglesia que vive en un tiempo concreto no cerrada en hace siglos, sino que se actualiza y está muy atenta al ser humano que vive hoy, aquí y ahora. Pendiente de cuáles son sus necesidades, dolores, hambres e inquietudes para acercarnos a acompañarlos. A este mundo crucificado debemos manifestarle la salvación que el Señor nos trae; llámase los marginados de una pobreza, de la soledad, los desechados de un mundo que no los acepta, los perseguidos por su forma de pensar, de vivir, de actuar. A estos marginados, Jesús se les acercó y nosotros lo hacemos de la misma manera”.

En este sentido, el padre Teodoro destaca el mundo del dolor “es muy amplio, no es algo que está en el aire sino en esa persona concreta que vive ese dolor. Por ejemplo la soledad, en este mundo en el que estamos tan aparentemente conectados sin embargo se siente una soledad profunda. Necesitamos comunicarnos en lo profundo del corazón. También en el caso de la ancianidad, tanta violencia como se muestra, tanto rechazo al distinto… Esas son las realidades de la cruz a día de hoy y debemos preocuparnos de cómo acercarnos para ayudar a esas personas a encontrar sentido, a sentirse queridos a integrarse dentro de la sociedad. En definitiva, a dignificar a la persona. Estos son valores que nos nacen desde el Evangelio de la Cruz”.

En el caso de la comunidad de Mieres su presencia en la ciudad se remonta a 112 años atrás, a 1907. En estos años ha habido muchos cambios y hoy por hoy la comunidad la forman cuatro sacerdotes, aunque el número o la edad no les impide seguir realizando su misión con la pautas que el fundador marcó desde los inicios de su congregación. “Con las limitaciones de salud y dentro de nuestras posibilidades acompañamos a la gente y estamos aquí disponibles para el servicio de escuchar, confesar, celebrar el amor de Cristo y acompañar a tantas personas que tienen esa hambre y sed de vida profunda en el corazón al encuentro con Dios”. Procuran que su parroquia tenga un amplio horario durante todo el día, desde antes de las nueve hasta la una y media y por las tardes desde las cuatro hasta las ocho y media, “para que la gente tenga un lugar de acogida, para vivir esa experiencia de encuentro con el Señor, para orar y si quieren llamar al convento para tener a alguien con quien hablar y ayudarle a encontrarse con Dios, para eso estamos. Además en la parroquia llevamos adelante la tarea pastoral con niños, jóvenes y ancianos”.

Este año se preparan para vivir el 300 aniversario que tendrá lugar en 2020 y que esperan celebrar con un año jubilar “para vivir con más gozo y plenitud el centenario dentro de la comunidad y de la Iglesia porque la congregación es dentro, para y con la Iglesia. Se ha impulsado el signo de la visita de un icono que muestra en el centro la pasión de Jesucristo, la Virgen y San Pablo de la Cruz como nuevo Juan, nuevo discípulo, contemplando y llevando adelante la misión de Cristo crucificado. Junto a ellos aparecen santos pasionistas, modelos de cómo vivir la santidad en la congregación al servicio de la Iglesia: Santa Gema, San Gabriel de la Dolorosa, San Carlos y Santo Domingo Barbieri. Este icono viene visitando las comunidades pasionistas de todo el mundo y el sábado lo recibimos aquí llegado de Santander. Ese mismo día, a las siete y media, tendremos una celebración en la que muy amablemente nos acompañará Mons. Jesús Sanz. Significa todo lo que decía anteriormente: que una congregación está dentro de la Iglesia y al servicio de ella, y a su cabeza está el pastor que es el obispo y así lo queremos celebrar y compartir aquí en Mieres”.

El adviento de 1720

En noviembre de 1720, hace ya 300 años, Pablo de la Cruz se encamina a San Carlos en Castellazzo (Italia) para pasar allí, en retiro, una cuarentena.

Había recibido de manos de Mons. de Gattinara, un hábito negro de penitencia. Vestido con esta túnica áspera y descalzo, estaba determinado a entregarse a la oración asidua y escuchar la voluntad del Señor sobre su vida. El obispo le había pedido que escribiese un diario sobre todo lo que pasaba por su alma: tentaciones, mociones del Espíritu, disposiciones de su ánimo, aspiraciones de su corazón.

El 23 de noviembre ya se encuentra en la fría sacristía de la iglesia de San Carlos (por supuesto, sin calefacción) y comienza las primeras anotaciones en su diario. Gracias a esas notas sabemos cómo transcurrieron sus días: recibía la Sagrada Comunión a diario y se confesaba con alguno de los sacerdotes que celebraban la Santa Misa (25 de diciembre). Conversaba (21 de diciembre) de temas espirituales con su hermano Juan Bautista quien sería, andando el tiempo, su padre espiritual. Ayudaba –como acólito– en la Santa Misa. Por la noche se levantaba a rezar los maitines, meditaba en la Pasión y oraba muchas horas. Escribía, leía, paseaba. Pasaba mucho frío, dormía poco y ayunaba, no solo privándose de manjares exquisitos, sino como Jesús en el desierto hasta sentir hambre (cf. Mc 4,2). Pablo consideraba que la oración había que acompañarla de sacrificio y penitencia, y así equipado se disponía a escuchar al señor y dar a luz a la nueva congregación.

A partir de aquel retiro hasta el año de su muerte en 1775, se entregó de lleno a la misión de predicar la Pasión y la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. Escribió muchas cartas de dirección espiritual en las que nos ha dejado su exquisita pedagogía de guía espiritual y un magisterio centrado en la Cruz. En la Pasión está todo: este es el trasfondo de todas sus indicaciones espirituales, donde transcurre su vida y donde desea ver situados a sus destinatarios. La Pasión no es un método de oración sino el espacio de encuentro con Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. En la variedad de personas a las que escribe (laicos, sacerdotes, monjas, religiosos) sin violentar el Espíritu que se manifiesta en cada cual como quiere, Pablo hermano a todos ellos en la sabiduría de la Cruz, tal y como él la vive: un martirio incruento; una vida eucarística: cuerpo entregado y sangre derramada por muchos.  Para él todo consistía en estar crucificado con Jesús, estar en la cruz con Jesús. En Cristo crucificado y paciente, Dios le reveló su Amor, su Misericordia, su Salvación. En Cristo paciente y crucificado le reveló el Misterio de la Iglesia, del hombre, del mundo, de la historia. En Cristo crucificado él entraba y salía y siempre encontraba pasto (cf. Jn 10,9): entraba en sus llagas gloriosas tal y como están en el seno del Padre y salía a sus llagas sufrientes como están en el Cuerpo de la Iglesia. San Pablo de la Cruz no se apartó nunca de la Pasión de Cristo, Pasión dolorosa y amorosa, sufriente y gloriosa.

A lo largo del año 2020 los y las pasionistas recordaremos con agradecimiento aquel humilde y desconocido retiro, desapercibido para el mundo pero que regaló a la Iglesia y a la humanidad la Congregación de la Pasión, en su doble vertiente: misionera –los padres pasionistas– y contemplativa de claususa– las monjas pasionistas.

Madres pasionistas de la Comunidad de Oviedo

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