La Novena en honor a la Virgen de Covadonga marcaba el comienzo del curso en el Seminario. Unos días de convivencia y de atención a los peregrinos que acuden esos días al Santuario, que tradicionalmente marcan el pistoletazo de salida a un curso de estudios y formación intenso. En esta ocasión, además, con nuevo Rector, el sacerdote José Antonio Bande, con quien hablamos en la siguiente entrevista.
¿Cómo han transcurrido estos primeros días de convivencia en Covadonga?
Han sido días de gran provecho en ese hogar de encuentro y de acogida que es Covadonga, bajo el amparo de la Santina, no solo en el aspecto espiritual y devocional, sino también en cuanto a la convivencia entre los seminaristas y el equipo de formación y prestando una colaboración siempre necesaria en las actividades de voluntariado que allí tienen lugar, junto con un grupo de jóvenes entusiastas, solícitos y diligentes, que realizan esta servicial acogida a cuantos peregrinos acuden al santuario de Covadonga.
¿Cuántos seminaristas nuevos han ingresado este año en el Seminario Metropolitano?
Son en total cinco los seminaristas que cursan este año el Propedéutico o curso previo a los estudios eclesiásticos propiamente dicho. Se trata de Gorka, Alberto, Samuel, Miguel y Nacho. A ellos se une Jonathan, que se reincorpora a nuestro Seminario tras un tiempo en que prosiguió estudios y formación en el de Palma por motivos familiares.
En el Seminario se han agrupado un grupo de jóvenes de diferentes procedencias. Explíquenos un poco quiénes están ahora mismo formándose para ser futuros sacerdotes en nuestro seminario.
Pues de los 18 seminaristas que pertenecen al Seminario Metropolitano de Oviedo, cinco de ellos son nicaragüenses, de la diócesis de Jinotega; además, tenemos Mario, venezolano, y Edgar, peruano. Los demás son del entorno más próximo, la mayor parte de ellos asturianos.
¿Y Cómo resulta la convivencia entre todos?
Pues la diversidad cultural, la interculturalidad y la multiculturalidad, como de hecho es nuestra sociedad, entraña gran riqueza. Abre mucho la mente en el conocimiento mutuo desde el respeto, la colaboración y el entendimiento, porque la pluralidad es siempre un valor que nos permite experimentar la universalidad de la Iglesia y lo positivo de una convivencia que trasciende fronteras e idiosincrasias alicortas.
En el año 2016 el Dicasterio para el Clero publicó un documento para reorganizar los seminarios y que la formación fuera más eficiente, más simplificada. ¿Esto en qué se traduce en nuestra diócesis, en nuestro Seminario?
Pues en nuestro caso concreto se traduce en una estrecha colaboración académica y formativa entre los seminarios de Oviedo y de Santander. El curso propedeútico o inicial, que precede a los estudios propiamente eclesiásticos de Filosofía y Teología, se cursan en el seminario Monte Corbán de Santander. Ahí están los cinco seminaristas de Oviedo que ingresaron este año en el Seminario, además de dos seminaristas de Santander que son también de reciente ingreso.
Tras este año inicial o propedéutico, el bienio de Filosofía y el trienio de Teología lo cursan todos ellos en el Seminario de Oviedo en el edificio del Prado Picón. De hecho, en el Seminario Mayor, donde se cursan los estudios propiamente eclesiásticos, tenemos un diácono, Eliar, y tres seminaristas de Santander en ese proceso de formación y discernimiento vocacional.
¿Qué cree que puede ser lo que más le cuesta a un joven seminarista en el día a día de su formación?
Pues cada cual puede tener sus propias dificultades, puede tratarse del aspecto académico, alguna asignatura que se le atragante o incluso adquirir el hábito de estudio necesario, esto especialmente para aquellos que hace tiempo que no acuden a las aulas. Pero en el día a día suelen ser más habituales las dificultades propias de toda convivencia, si bien hay un ambiente cordial, pero el roce, al igual que hace el cariño, también puede crear, no tanto situaciones de conflicto, porque hay un clima de respeto y de estima constatable, pero sí esas aristas que es necesario limar o esos aspectos que hay que potenciar para que la convivencia sea lo más edificante posible.
A veces pensamos en la formación de un seminarista, encerrado en su habitación estudiando Teología, pero lo cierto es que luego a la hora de la verdad la formación que reciben es muy completa, con una parte «práctica» por llamarla de alguna manera, muy interesante. ¿Cómo es su horario en realidad?
De lunes a viernes, en horario de mañanas, durante cuatro horas se imparten las clases en las aulas. Por la tarde se dedica una parte importante al estudio. Es importante el aspecto académico, evidentemente, capacitar a personas debidamente formadas desde el punto de vista intelectual. Esa capacitación académica es un requisito importante para ese servicio digno a las comunidades parroquiales o tareas que en el futuro se les confíen. Y junto a ello hay una tarea pastoral de tipo más práctico en las distintas parroquias de la diócesis acompañadas por los respectivos párrocos que se realiza durante el fin de semana, además de labores de pastoral social, que se efectúan en la mañana de los sábados. Allí acuden a Cáritas, ayudan también en Pastoral de Migraciones, colaboran en proyectos como la Santina, en el CEA, en distintos ámbitos de la pastoral social. También en la casa sacerdotal, en el acompañamiento a los sacerdotes mayores que siempre es un intercambio muy enriquecedor entre distintas edades y distintas generaciones.
Si tuviera que dibujar un perfil de los seminaristas que están ahora mismo formándose, discerniendo su vocación, ¿cuál sería?
Se trata habitualmente de un joven, o no tan joven en el caso de las vocaciones retardadas, con estudios o trabajo previo, vinculados a parroquias o movimientos que tienen inquietudes o un planteamiento abiertamente vocacional. En este sentido, las familias o párrocos de referencia suelen jugar un papel esencial en lo que respecta al surgimiento y al cultivo de esa vocación en ciernes.
Lleva poco menos de un mes al frente del seminario metropolitano, ¿ha podido advertir ya cuáles pueden ser los retos principales a los que va a tener que enfrentarse en este cursoP
Pues como reto principal me propongo cuidar, preocuparme y ocuparme de la comunidad de Seminario, que es la prioridad de todo Rector y del equipo de formación, orientando ese discernimiento vocacional de los seminaristas y acompañando con una presencia de calidad y de calidez a quienes están llamados a ser los futuros pastores de las comunidades cristianas de nuestra diócesis.
También deseo priorizar el trato y la cercanía con la comunidad de cinco religiosas franciscanas y la comunidad Focolar, que aquí residen, comunidades que tantos servicios prestan con su oración, con su actividad y con su cariño a los seminaristas, al igual que lo hace también el grupo de trabajadores de la casa que, en las diversas tareas, con particular diligencia y solicitud, ponen lo mejor de sí con su labor diaria para que todo transcurra con normalidad y eficacia.
Y no menos importante resulta el prestar atención a los diversos movimientos, colegios, parroquias, grupos de pastoral, que llegan a este espacio del Seminario como espacio de acogida y de encuentro que es y que quiere seguir siendo. Incluso también potenciar el seminario como referente cultural, teniendo en cuenta por ejemplo la joya de biblioteca que tenemos y las actividades que se desarrollarán a lo largo del curso con algunas exposiciones de gran calado y con otras iniciativas orientadas a los niños y a los más jóvenes.
Pues es verdad que el Seminario puede ser un lugar referente en muchos sentidos. Desde luego, para la Pastoral Vocacional, donde seguro que hay una gran colaboración con esa Delegación.
Cierto, es importante la coordinación con la Delegación de Pastoral Vocacional en cuanto al cuidado de toda vocación porque no olvidamos que la vocación es don, es regalo que de Dios se recibe, no es algo que se exige o que se impone a Dios y es importante que cada persona descubra su verdadera vocación como servicio a la comunidad eclesial, sea la vocación al ministerio sacerdotal, sea la vida religiosa o a cualquiera de los ministerios o carismas laicales.