Tras la tormenta que nos desbarató agendas, vivencias y convivencias, sumiéndonos en un confinamiento con el que nadie contaba, vamos recuperando poco a poco cuanto dábamos por supuesto sin más. Los abrazos llenos de afecto y amistad, encontrarnos con la gente que queremos, el ir y venir a nuestro trabajo, nuestros deportes y divertimentos, el ocio, la cultura y la expresión de la fe. El poder regresar a los templos donde somos esperados y mirados con verdadero respeto, bajo la mirada de María y nuestros Santos, en el encuentro con el Señor, con su Palabra y los sacramentos. Deseamos que todo vaya entrando en la normalidad que nos secuestró una pandemia malhadada que tan alto precio en tantos sentidos nos ha obligado a pagar. Es momento para hacer este regreso con cautela prudente. Pues podríamos relajarnos en una confianza ansiosa, y dejar de observar las medidas que nos seguimos dando. Ya hay avisos en tantas partes, cuando no cuidamos aquello que debemos continuar observando. Sería tremendo que, por un mal planteamiento de la prisa y de las ganas, estuviésemos quemando etapas y saltándonos las medidas que acompañan este lento proceso, cayendo y hacer caer a otros en un riesgo en el que nos jugamos tantas cosas preciosas, como hemos podido comprobar durante estos meses en carne propia y en la de personas cercanas y queridas.
Nuestras Autoridades sanitarias de Asturias han dictaminado una prolija normativa para este momento del proceso. Y ahí se abordan los usos para los diferentes escenarios posibles bajo techo o al aire libre. No hay una especial novedad en lo que se refiere a la praxis que veníamos teniendo en nuestro ámbito de actividades religiosas (celebraciones litúrgicas, seguridad en los templos, espacios de atención sacramental, caritativa, catequética o social). Tras haber consultado con nuestras Autoridades del Principado de Asturias, estas serían las pautas que vienen a concretar lo que genéricamente se dado para todos en ese documento de vinculante aplicación:
Nos seguimos acompañando unos a otros, cuidándonos recíprocamente, con la confianza puesta en Dios que todo lo puede, y aprendiendo a mirar las circunstancias como sus ojos las contemplan.
+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo