Hace más de cincuenta años el párroco de entonces de San José de Pumarín de Oviedo, Manuel Fernández puso en marcha un campamento parroquial para que muchos niños pudiesen ver por primera vez el mar y disfrutasen de unas vacaciones llenas de diversión al aire libre.
Los tiempos han cambiado mucho, pero lo que no ha variado es ese espíritu de los inicios y la ilusión con la que las generaciones que se han hecho cargo de la colonia organizan cada verano esos quince días que pasan en Barro (Llanes). “Allí nos sentimos todos familia y presumimos de ello, es el campamento del barrio”, cuenta David Rodríguez, uno de sus monitores más veteranos, que tiene claro que la colonia sigue tan viva porque “la idea original se mantiene. Nuestro campamento es el típico de toda la vida de jugar, ir a la playa, hacer caminatas por el monte, en definitiva, vivir”.
Los niños y jóvenes (entre los 7 y los 18 años) que acudan a Barro podrán disfrutar de veladas, gymcanas, fiestas, e incluso como novedad de este año, bajar el río Sella. Y, como campamento parroquial que es, tienen por supuesto mucho peso la formación de catequesis que los monitores, que previamente han recibido su preparación, imparten cada mañana por edades.
Además del objetivo principal que marca cada día del campamento que no es otro que se diviertan realizando estas actividades, todas ellas buscan propósitos muy cuidados, algunos de ellos parecen casi imposibles en esta época, pero que con esfuerzo y algún truco se consiguen. “Queremos trabajar con los chavales el compañerismo, la amistad, ese tipo de valores. Hoy en día se deja un poco de lado ese contacto humano porque están muy absorbidos por las redes y pretendemos que estén hablando sin necesidad de ordenadores, ni play, que estén simplemente jugando y disfrutando como siempre se hizo”, explica David. ¿Y lo logran? “No les queda otra, vaya”, confiesa entre risas, “el primer día se confiscan los teléfonos y no se devuelven hasta el último. Hacen un par de llamadas, pero nada más”. Y hablando de las sensaciones tan positivas que se llevan al acabar cada campamento no parece que los echen mucho de menos. A la tecnología solo le queda la página de facebook, colonia San José, donde se cuelgan todas las noticias del campamento.
Por otro lado, las enseñanzas no se limitan solo a los acampados, sino que también alcanzan a los monitores. David lo vive en primera persona y así lo explica, “te aporta mucho. Tienes la responsabilidad de los niños, de tenerlo todo organizado sin que haya tiempo para el aburrimiento. Imprime carácter porque tienes que trabajar en equipo, sin apenas dormir y sabiendo mantenerte en tu sitio”.
Continuar con un legado
Sin faltar un verano la colonia de Barro ha sabido continuar la misión que en su momento inició Manuel Fernández. Su fin social, que inició en un barrio con pocos recursos, no se olvida manteniendo becas para niños que no pueden hacer frente al coste del campamento. Y sobre todo, se tiene muy presente su entusiasmo por la colonia. Para David “lo principal es que nos nutrimos del pasado, seguimos un testigo. Cuando empiezas como monitor lo haces con un equipo que ya viene de antes, luego tú enseñas a los siguientes. Muchos monitores actuales fueron acampados, ya vivieron ese carisma y cuando pasan a monitores lo mantienen”.
En esta forma de entender la colonia y sentirla como propia, tiene un papel esencial José María Lorenzo, el párroco, también recientemente fallecido, que sustituyó a Manuel Fernández en Pumarín y que continuó de la mejor manera con su filosofía. “Era una persona espléndida, espectacular. Este año es un campamento muy importante para nosotros porque el equipo actual comenzamos con él y es el primer verano en el que no lo vamos a tener. Va a ser un poco duro y a la vez es el mejor homenaje que podemos hacerle”, concluye David.