¡Qué maravilla, no tengo palabras!

¡Qué maravilla, no tengo palabras!

Publicado el 10 de octubre de 2017
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Parece que fue ayer, pero ya han pasado veinticinco años. Se recuerda con gozo aquel, ya lejano 20 de agosto de 1989, cuando a tierras asturianas llegó el Santo Padre Juan Pablo II. Después de orar ante el Salvador de la Catedral y subir a la Cámara Santa, después de haber tenido un encuentro con toda la Comunidad Diocesana  en el “Aeropuerto de la Morgal”, en el concejo de Llanera, peregrinó a Covadonga. Fue recibido en la explanada de la Casa de Ejercicios por el Cabildo del Real Sitio y feligreses de la parroquia.   A su llegada, la Escolanía entonó el canto “Tu es Petrus” y después de esta acogida, sencilla y hermosa, se retiró a sus habitaciones que se habían preparado en el claustro alto de la antigua Colegiata.

Al día siguiente recibió al Patronato del Real Sitio y Gruta de Covadonga presidido por el Príncipe de Asturias y después de los saludos de rigor, subió a la Santa Cueva y, ante la imagen de la Virgen, oró largamente en silencio. Un silencio que, al final, se transformó en una hermosa plegaria. Ya al salir de la Santa Cueva en dirección a la Basílica, ante cuya fachada celebraría la Eucaristía, mientras caminaba por la “Vía sacra”, hizo este comentario: “¡Que maravilla, que maravilla! ¡No tengo palabras!.

Eran las diez de la mañana cuando comenzó la celebración eucarística a la que asistieron unos siete mil fieles. Entre ellos se encontraban setenta monjas de clausura que acudieron a Covadonga a la cita con el Papa. Con él concelebró toda la Conferencia Episcopal Española y una gran representación del Presbiterio Diocesano.

Concluida la celebración y después del almuerzo, se dirigió en automóvil hasta el llamado “Prau de Miguelín”, en el Repelao. Desde allí, y a bordo de un helicóptero, se trasladó a los Lagos en el Parque Nacional de los Picos de Europa. La belleza del lugar y la placidez del paseo llevaron a afirmar al Papa es “el segundo paisaje más bello que he conocido en mi vida”. Al despedirse de España, y en un mensaje dirigido a Su Majestad el Rey, afirmó que se sintió peregrino de Santiago y romero de la Santina. Definió el Santuario como “monumento de la fe del pueblo de Asturias y España entera”… “La esencia de España”. Una fecha inolvidable que siempre llena de gozo cuando se la recuerda.

José Luís González Vázquez
Delegado episcopal de Liturgia

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