El Santuario de Pastur recupera sus pinturas

Publicado el 18/10/2018
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El Santuario de Pastur recupera sus pinturas

En 2005 el Santuario de Pastur en Illano sufrió un incendio que provocó numerosos daños en su estructura e interior. Este hecho afectó a sus numerosos fieles que desde entonces se volcaron para, poco a poco, poder reparar la iglesia y recuperar así un santuario por el que tanta devoción profesan. En 2009 Raúl Berzosa, en
aquel momento Obispo-Administrador diocesano, fue el encargado de presidir las celebraciones por la inauguración de las obras de reparación, y este año han finalizado la restauración de los murales de la bóveda.
Jesús Puras fue el encargado de llevar a cabo esta tarea en las pinturas que adornan el presbiterio, la única parte de la cubierta que no sufrió la caída de la techumbre, con la temática de los misterios del rosario y que están fechadas a mediados de siglo XIX y firmadas por el autor local Francisco Mojardín. Estas estaban muy deterioradas: ennegrecidas, con desprendimientos parciales y también, en su momento, habían sufrido filtraciones. Se elaboró un proyecto de intervención, sufragado por la parroquia, aprobado por la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, a través de Patrimonio, y el Arzobispado de Oviedo.
Los trabajos de restauración que se llevaron a cabo consistieron, como explica Jesús Puras, en “la limpieza de hollines que puso a la luz mucha pintura que estaba absolutamente ennegrecida. Además de la fijación y consolidación de los morteros después de los estudios y una reintegración cromática diferenciada”. En esta caso teniendo muy en cuenta que “las pinturas murales dependen del espacio arquitectónico, forman parte de él y, por tanto, de una unidad cromática y ornamental, además del contenido que expresa la iconografía religiosa. Había que restablecer las lagunas que se habían perdido y hacer un recuperación integral”.
Unas premisas que marcan cada intervención con un propósito muy claro, “en restauración no actuamos como creadores sino todo lo contrario, el límite que tenemos es el respeto al original”, comenta Jesús Puras, “por eso tiene que haber algún detalle cromático, de nivel, que diferencie el original de lo que es añadido, pero hacerlo siempre de forma integradora”.
Para acometer esta labor con criterio es necesario una fase de estudio en el que se analiza la obra, el ámbito de trabajo, se hacen pruebas de limpieza para tener la seguridad de cómo debe realizarse. En este sentido el equipo contó con un casual golpe de suerte, “en los años noventa, D. Ramón Platero, canónigo de la Catedral y durante muchos años presidente de la Comisión de patrimonio del arzobispado, me había enviado a hacer un estudio de las pinturas con lo cual yo tenía unos fotografías de todo el conjunto que me han servido para la restauración”.
El resultado ha devuelto a los fieles una parte muy importante de su vida lo que genera “mucha satisfacción. Durante las obras la gente que se acercaba al santuario según iba viendo la marcha de los trabajos expresaban su alegría porque pensaban que no se iban a recuperar más esas pinturas. Realmente nos mostraban y daban mucho apoyo. Es un santuario de mucha importancia para la memoria individual y colectiva de todos los fieles, lo han conocido toda su vida”.
Una gran devoción
Este sentimiento se demuestra durante todo el año (cada primer sábado de mes se celebra una misa), aunque los días que más fieles se congregan en el santuario son el 28 de agosto en la fiesta de San Agustín y el 8 de septiembre, Nuestra Señora de Pastur. Gente de todo Occidente peregrina al Santuario, que data del siglo XVII, en el que están representados todos los concejos desde el río Navia hacia Galicia, e incluso la zona occidental de esta comunidad. Una devoción y tradición profundamente religiosa a la que siguen siendo fieles con el pasar de los años las distintas generaciones familiares que allí acuden.
Les une el propósito de poder agradecer algún favor a la Virgen y para ello esos días se celebran cuatro misas. Entre una y otra los fieles se acercan a la sacristía para poder exponer sus intenciones, entre las que también está pedir por sus familiares difuntos. Una devoción popular en la que también es muy significativo el poder acercarse a la imagen de la Virgen, tocar el manto… Además de llevarse a cada algún recuerdo que durante todo el año la haga presente en sus casas.
Perfectamente integrado en su entorno, un detalle que refuerza esta unión del santuario con el lugar en el que se ubica es que la madera del tejo centenario que crecía a su lado, que sufrió el envite de un rayo que lo rajó, quiere utilizarse para hacer unos candelabros y un altar y que de esta manera siga estando vinculado al santuario.

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