Un mundo que cabe en mi alegría         

Publicado el 18/10/2018
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En este mes de octubre tenemos una cita con un horizonte grande, donde nuestra habitual mirada se dilata más allá del paisaje y de las cosas que a diario alcanza. El mundo es mucho más grande que todas esas pequeñas circunstancias que cotidianamente representan nuestros contentos con las más gratas sonrisas o nuestros llantos con todos sus lamentos. Sí, el mundo es más de lo que soy capaz de abrazar. Este domingo celebramos la jornada dedicada al Domund, una fecha en la que pensar y rezar, agradecer y ayudar a nuestros misioneros.

Esto lo han entendido quienes han vivido esa palabra de Jesús de dejar padres, lengua, patria… para seguirle. No porque uno se escape de algo o de alguien, no porque se aventure en la conquista de nada o de nadie, sino porque se sabe llamado y enviado para anunciar una buena noticia, esa noticia cristiana que llena de esperanza y luz el corazón de la gente más abandonada anunciándoles a Jesucristo tras haberse encontrado con Él. Estos son los misioneros, como los que en nuestra Diócesis de Oviedo han ido más allá del Huerna o del Musel, para llegar a donde la Providencia les ha enviado como sacerdotes, como religiosos o como laicos comprometidos con Jesús y con la Iglesia.

Además de la presencia misionera en tantos países y realidades diversas por parte de cristianos asturianos, tenemos una misión diocesana en Benín, donde trabajan sacerdotes nuestros y que ahora iniciamos una nueva andadura dejando cuanto veníamos haciendo en Bembereké y poniéndolo generosamente en manos del Obispo de N’Dali, para recomenzar en esa misma Diócesis otra misión en Gamia. Los misioneros que durante años han trabajado y trabajan allí y los que ahora se incorporan para continuar la misión, son un motivo de honda admiración y una razón para nuestra acción de gracias.

Al hilo del Sínodo que se está celebrando en Roma en torno al tema de los jóvenes y sus retos pastorales en la fe y el discernimiento vocacional, el Papa Francisco escribió hace meses un mensaje precisamente a los jóvenes en clave misionera. Decía así en uno de sus párrafos: «Cada hombre y mujer es una misión, y esta es la razón por la que se encuentra viviendo en la tierra. Ser atraídos y ser enviados son los dos movimientos que nuestro corazón, sobre todo cuando es joven en edad, siente como fuerzas interiores del amor que prometen un futuro e impulsan hacia adelante nuestra existencia. Nadie mejor que los jóvenes percibe cómo la vida sorprende y atrae. Vivir con alegría la propia responsabilidad ante el mundo es un gran desafío… He visto mucho sufrimiento, mucha pobreza, desfigurar el rostro de tantos hermanos y hermanas. Sin embargo, para quien está con Jesús, el mal es un estímulo para amar cada vez más. Por amor al Evangelio, muchos hombres y mujeres, y muchos jóvenes, se han entregado generosamente a sí mismos, a veces hasta el martirio, al servicio de los hermanos. De la cruz de Jesús aprendemos la lógica divina del ofrecimiento de nosotros mismos, como anuncio del Evangelio para la vida del mundo. Estar inflamados por el amor de Cristo consume a quien arde y hace crecer, ilumina y vivifica a quien se ama. Siguiendo el ejemplo de los santos, que nos descubren los amplios horizontes de Dios, os invito a preguntaros en todo momento: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”».

Es una buena reflexión en esta jornada misionera, al tiempo que rezamos con verdadera piedad y ayudamos con todas nuestras posibilidades, la preciosa labor que realiza nuestra misión diocesana. Es un mundo que cabe en nuestra alegría, y es el motivo por el que entendemos el gozo del Evangelio.

+Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
18 octubre de 2018

 

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