La Semana de Cine Espiritual en la diócesis

Publicado el 16/11/2017
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Carlos  copia

Escribe Carlos Hevia Hevia, profesor de Religión

“El cine no ha sido creado para distraer del mundo sino para referirse a él. ¿Cómo vivir? Y ¿para qué vivir? son preguntas que el cine ya no se atreve a hacer. Las películas evitan cada vez más plantear estas preguntas e intentan por todos los medios ahorrarse tener que contestarlas.”
La Semana de Cine Espiritual ha nacido con el propósito de rescatar ese cine añorado por el director alemán Win Wenders. Con el convencimiento de que el drama humano sigue reflejándose en el cine contemporáneo. Y que en esos grandes interrogantes de los que nadie puede huir es donde Dios se revela.

Un cine que, por lo tanto, puede llevar la etiqueta de espiritual porque aborda con honestidad y profundidad el misterio de lo humano. En ocasiones, será explícitamente religioso, y en otras, quedará en ese umbral en el que la trascendencia se transparenta.
Mientras, uno no puede evitar pensar en las virtualidades cinematográficas de los evangelios. En ese único plano secuencia que es el evangelio de Marcos, en el guion insuperable narrado en el drama de la Pasión, o en el final abierto de la parábola del hijo pródigo, precursor del cliffhanger de las exitosas series de televisión.
La Semana de Cine Espiritual, que ya va por su cuarta edición, quiere dar la oportunidad de disfrutar a los alumnos de ese cine al que nada humano le es ajeno. A veces, tan alejado del que suelen ver los adolescentes.
Y pretende ser una experiencia cinematográfica en toda regla. Las proyecciones tienen lugar en salas comerciales, teatros, casas de cultura, donde la magia del cine tiene lugar habitualmente.
Pero la proyección no es un fin en sí misma. El trabajo previo y posterior a ésta da sentido al carácter didáctico que también tiene la Semana. La guía que se edita presenta un amplio abanico de propuestas y actividades para realizar en el aula.
El éxito de la Semana es fruto del trabajo del equipo diocesano que la organiza y de los profesores de religión, principalmente en la escuela pública, y de otras especialidades en las escuelas católicas. 
Consolidada entre el público escolar, uno de sus retos es ir más allá de éste llegando a los adultos y convirtiéndose en un privilegiado Atrio de los Gentiles, en la feliz expresión acuñada por Benedicto XVI.  
No sería la primera vez que la Iglesia asturiana lo hiciera. En la década de los 50-60 del pasado siglo muchos sacerdotes llevaron a cabo la interesante experiencia pastoral de los cines parroquiales, hoy tristemente olvidada, y que forma parte de la memoria viva de la Iglesia diocesana del siglo XX. Cines como los de la parroquia de Piñeres, en Aller; Ciaño, en Langreo; o El Condado, en Laviana.

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