«La escucha es un regalo que todos necesitamos»

Publicado el 23/09/2017
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Mónica Campos

Entrevista a Mónica Campos Alonso, Coordinadora del COF diocesano de Valladolid, que impartió el curso “Relación de ayuda” en la Semana diocesana de Formación

¿Qué es una relación de ayuda?
Una relación personal en la que se produce un encuentro con otro que te acoge y que te escucha de una manera incondicional, con una actitud de respeto y de interés por tu persona. Y también basándose en unas habilidades que favorecen esa escucha esa acogida y también el ayudar al otro a pensar, a intentar ser mejor, a interrogarse.

¿Cuáles son las habilidades que no deben faltar en una relación de ayuda?
Una buena escucha, una buena empatía, una mirada más justa y más adecuada sobre el otro. Por otro lado, la experiencia me dice que las herramientas son fundamentales como punto de partida, pero al final quien nos ayuda es la persona, ese ser humano que es un corazón, es una cabeza, son unas habilidades; pero fundamentalmente lo que nos sana es esa mirada que percibimos del otro que nos devuelve la dignidad que tenemos. Para los que tenemos fe nos habla de un amor más grande, de una mirada de un Dios que es Padre, que es bueno, que nos ha preferido desde antes de nacer.
¿En qué debe distinguirse una relación de ayuda en un ámbito de fe?
Entiendo que por lo menos para los que tenemos fe la experiencia de la relación de ayuda, del acompañamiento, de alguna manera tiene que suscitar en el otro preguntas. Por qué esta persona me puede acoger así, por qué  me trata así, por qué este que me acompaña tiene esa mirada sobre mí que a veces ni siquiera yo tengo. Y que estas preguntas, que a veces te las hacen explícitamente, puedan tener como respuesta porque yo sé que tú eres hijo de Dios. 
¿En qué le ayuda su fe cuando realiza un acompañamiento?
Me coloca el corazón, la fe me ayuda a que a pesar de mis propias dificultades y heridas yo pueda saberme amada así con esa dignidad de ser hija de Dios y por tanto que pueda tener una mirada de esperanza sobre la vida del otro. Me ayuda a saber que cuando entro en una sesión de acompañamiento no estoy sola, hay Alguien que tiene más interés incluso que yo en el destino de esa persona. Me ayuda a confiar en que en aquello a lo que yo no voy a poder llegar y mi torpeza no va a saber hacer, hay una gracia que suple todo eso. 
¿Cómo se evita sensibilizarse demasiado?
Una gran ayuda para esto es trabajar en equipo. No estar solo, no ponerme yo todo el peso del acompañamiento, de resolver y buscar cauces de ayuda. Es importante saber tomar distancia emocional, hacer un trabajo de dejar las cosas del trabajo en el trabajo y no llevarlas a casa y viceversa. Buscar el apoyo en la oración, rezar por el otro. Aunque uno solo pueda hacer eso, es algo que siempre se puede y también es una manera de no ponerse en la espalda lo que a uno no le corresponde. Al mismo tiempo se debe hacer  un trabajo sobre entender lo que es la libertad para no cargarme con cosas que no me corresponden a mí.
¿En qué consiste esa libertad?
Es la que permite que tú entiendas que el otro puede tener muchas dificultades, muchos límites, pero cada uno de nosotros si tenemos la motivación adecuada somos capaces de decidir lo que queremos hacer, incluso cuando los demás no lo esperan. Somos capaces de decir ante la motivación adecuada: “Ahora sí”. Hay que intentar no presionar al otro ni manipularlo porque no suele funcionar. Sí que puede puede hacer algo durante un tiempo porque tú le presionas, pero si el cambio no nace de su verdadera libertad, y pasa por su voluntad, va durar poco tiempo. El trabajo es educar la libertad del otro a la vez que no dejamos de educar la nuestra, no inmiscuirnos en la suya. No me corresponde a mí solucionarle la vida al otro. A mí me corresponde acompañarle en lo que él me permita mientras se soluciona la vida, pero la libertad la tiene que mover él. Yo solo tengo que hacer mi trabajo bien y que se haga las preguntas adecuadas en el momento adecuado. 
¿Quién puede acudir a una relación de ayuda?
Todos necesitamos en algún momento de la vida estar acompañados de una manera que sea eficaz. Me refiero a que quizás tenemos cerca a personas que quieren escucharnos, pero nosotros, por miedo a herirles, a preocuparles, a sobrecargarles, no nos sentimos en un ámbito suficientemente cómodo y seguro para desahogarnos. Necesito ser escuchado de una manera concreta en un ambiente de confidencialidad, de cierto anonimato y en un ambiente en donde entiendo que me van a acoger de una forma adecuada. Es un regalo de tiempo, de escucha de calidad, del que todos estamos hambrientos.  Por el ritmo de vida que llevamos a veces es un bien muy escaso y no escuchamos, no porque no deseemos, sino porque no podemos, no tenemos tiempo o no sabemos. En ocasiones también porque tememos que en ese abrir la puerta a la escucha del otro tengamos que abrazar cosas de las que no somos capaces, manejar el dolor que se me pone delante.

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